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HIPOPUENTES Y CINIACUEDUCTOS

Repetido y recurrente hasta la naúsea: por mor de los puentes esta semana perdemos en España 1.200 millones de €. No entiendo en qué porque tampoco lo detallan. Me cuesta trabajo admitir que se hable de un país inmovilizado que pierde productividad cuando durante estos días, según Tráfico, se van a producir más de tres millones de desplazamientos.

Comprobado que los que trabajan en este país son los que más horas lo hacen en la Unión Europea, aunque también los que lo hacen de manera menos eficiente, y que el turismo es uno de los pilares que aún mantiene sostenida y sin intervenir la débil economía española, quizás lo que haga falta sea racionalizar mejor los horarios de trabajo, no por estar más horas en el curro se produce más, y conciliar, en la medida de lo posible, calendarios escolares y laborales. Pero no acabar con una de las fechas en que más visitas y gastos se producen. El sector turístico confía en los puentes, especialmente este, como uno de los momentos que pueden equilibrar su maltrecha balanza. Acabar con la estacionalidad, enclavada en el sol del verano, es uno de sus objetivos.

Tengo en mi memoria a un concejal del PP que echaba las culpas a los maestros de que él se hubiera tenido que ir de puente con sus hijos y no poder atender así sus responsabilidades políticas. El cinismo es mayúsculo, precisamente son aquellos que claman contra los puentes los que pueden tomárselos.

Aparte las anécdotas más o menos sangrantes, no me creo sinceramente la trascendencia de un debate basado en la hipocresía del patrón que cree que el problema de la economía española es que los trabajadores pasan pocas horas en el tajo, porque es justamente lo contrario. Si queremos que a cinco millones de españoles dejen de serles indiferente si un día es festivo o no, quizás tengamos que empezar a pensar en repartirnos la poca faena que hay, o que aquellas horas laborales que, según todas las comparativas europeas, son poco o nada productivas, puedan ser aprovechadas por los que nada tienen.

Por tanto, una vez me aclararán en qué se van esos 1.200 millones de pérdidas, me gustaría entrar en un debate serio sobre la oportunidad o no de los puentes en una economía con fuerte dependencia del sector turístico, en otro sobre la conciliación de horarios y calendarios y en otro sobre el aumento de la eficiencia durante las horas trabajadas y el necesario reparto del trabajo, para pasar de este totum revolutum en el que se busca culpabilizar, una vez más, de la situación crítica precisamente a los que trabajan, tengan puente o no.

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