miércoles

LA ESQUINA. SER COSTA DE LA LUZ. 25.03.10

Disculpas y lamentos

Hola, ¿qué tal está? Supongo que usted como yo no acierta a imaginar cómo se le quedaría el cuerpo si haciendo la compra en un supermercado, entre yogures y chuletas de cerdo, le confundieran con un peligroso etarra o un desalmado asesino… Desde luego pasaría algún tiempo hasta que bajase a por papel higiénico…
Un error lo tiene cualquiera, sí, pero deseamos que no sea una policía con los últimos recursos informáticos quién le ponga nuestra cara a Jack el Destripador… Y, en cualquier caso, subsanada la metedura de pata, alguien tendría que disculparse… Sin embargo, no he oído a nadie pedir perdón a los bomberos catalanes que compraban en el Carrefour francés…
Y es que parece que aceptar el error y pedir las consiguientes disculpas no es de fácil digestión para jefes, jerifaltes y, especialmente, políticos… Ejemplos tenemos a montones de la habilidad con la que hoy dicen una cosa y mañana otra sin inmutarse, o en cualquier caso “matizando sus declaraciones”, eufemismo muy utilizado cuando no se quiere reconocer la equivocación… Ahí tienen sin ir más lejos, a la ínclita Esperanza Aguirre, ejemplo máximo de metepata compulsiva, para quién las mentiras y las ofensas pueden convertirse incluso en chistes, muy malos, por cierto, como el último sobre los trabajadores andaluces…
Los políticos, sí, suelen ser campeones en esto del “sostenella y no enmendalla” pero ni mucho menos son los únicos… Está, por ejemplo, la curia romana… Rodeados y agobiados por las continuas denuncias de pederastia de muchos de sus sacerdotes en distintas partes del mundo, ha tenido que ser el mismísimo Benedicto XVI, quién ante el silencio de curas y obispos, se declare públicamente avergonzado tanto por los delitos como por la respuesta inadecuada que han recibido las víctimas por parte de las autoridades eclesiásticas… El Papa finaliza su homilía con un ambiguo quiebro final: “intransigencia con el pecado, perdón para el pecador”…
Sin ánimos de meterme a resolver asuntos de casa ajena, quizás los problemas de estos hombres se resolvieran suprimiendo el medieval celibato… Pero, ya digo, ellos sabrán…
Lo que como educador me importa es que aceptando nuestra frágil humanidad en la que el error está a diario presente en nuestras vidas, sería conveniente que como una de las primeras lecciones enseñáremos a decir “lo siento” a nuestros retoños… Lo que no se me ocurre, de momento, es que hacer para combatir la mala memoria…
En fin, perdone si lo he molestado…

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