La decisión del gobierno de rebajar el límite de velocidad en las autovías a 110 kms. y la consiguiente polémica posterior es una anécdota que puede distraer del auténtico problema, que en realidad son varios: nuestra dependencia energética del exterior, la elevada factura del consumo de combustibles fósiles, la contaminación atmosférica asociada, especialmente en las grandes ciudades, y la contaminación lumínica.
Puede que algunas medidas no gusten, pero creo que todos estaremos de acuerdo en que es necesario actuar, y en algunos casos contundentemente, si no queremos que el petróleo y sus derivados no solo impidan la ansiada recuperación económica sino que se lleven por delante nuestra salud y bienestar.
Dos son los campos en los que los ayuntamientos pueden tomar iniciativas para conseguir ahorrar en la factura energética, disminuir los niveles de contaminación atmosférica y lumínica y hacernos más independientes de los combustibles fósiles: la movilidad y la iluminación en nuestros pueblos.
El reforzamiento del transporte público, la construcción de una amplia red de carriles bicis y el acuerdo con asociaciones de vecinos y comerciantes para la peatonalización de calles son tres iniciativas urgentes que no solo ayudarán a paliar los problemas del consumo de combustibles sino también a aumentar la salud de la ciudadanía y a gozar de un pueblo más seguro.
En cuanto a la iluminación hay que recordar el principio de que “iluminar mejor no significa necesariamente iluminar menos” sino adoptar criterios de eficiencia en el consumo energético. En este sentido los ayuntamientos en su “casa” deben controlar la iluminación de edificios públicos y de recintos feriales. Es absurdo mantener iluminado todas las noches del año edificios y monumentos con potentes focos. A la vez, se deben establecer acuerdos con las empresas privadas para la concreción de normas en la iluminación de exteriores, carteles publicitarios y escaparates. Igualmente, no se entiende el beneficio de mantener iluminados los escaparates todas las horas de todas las noches del año.
Conviene recordar las iniciativas a escala global que en este sentido se han tomado por muchos ayuntamientos como la del pasado 27 de marzo de 2010 denominada La Hora del Planeta en la que conocidos monumentos apagaron sus focos durante algunos minutos para recordar la necesidad de ahorrar energía y paliar la contaminación lumínica en nuestras ciudades.
Todo esto puede completarse con la aprobación de ordenanzas y ayudas para dotar a los hogares de un suministro energético autosuficiente, con la instalación en los edificios de placas solares que aprovechen una energía que, afortunadamente, en esta tierra nos sobra: la solar.
Es hora, pues, de tomar iniciativas necesarias si no queremos asistir a una brusca paralización de la actividad económica y a una paulatina degradación de las condiciones de vida en nuestros pueblos.
Puede que algunas medidas no gusten, pero creo que todos estaremos de acuerdo en que es necesario actuar, y en algunos casos contundentemente, si no queremos que el petróleo y sus derivados no solo impidan la ansiada recuperación económica sino que se lleven por delante nuestra salud y bienestar.
Dos son los campos en los que los ayuntamientos pueden tomar iniciativas para conseguir ahorrar en la factura energética, disminuir los niveles de contaminación atmosférica y lumínica y hacernos más independientes de los combustibles fósiles: la movilidad y la iluminación en nuestros pueblos.
El reforzamiento del transporte público, la construcción de una amplia red de carriles bicis y el acuerdo con asociaciones de vecinos y comerciantes para la peatonalización de calles son tres iniciativas urgentes que no solo ayudarán a paliar los problemas del consumo de combustibles sino también a aumentar la salud de la ciudadanía y a gozar de un pueblo más seguro.
En cuanto a la iluminación hay que recordar el principio de que “iluminar mejor no significa necesariamente iluminar menos” sino adoptar criterios de eficiencia en el consumo energético. En este sentido los ayuntamientos en su “casa” deben controlar la iluminación de edificios públicos y de recintos feriales. Es absurdo mantener iluminado todas las noches del año edificios y monumentos con potentes focos. A la vez, se deben establecer acuerdos con las empresas privadas para la concreción de normas en la iluminación de exteriores, carteles publicitarios y escaparates. Igualmente, no se entiende el beneficio de mantener iluminados los escaparates todas las horas de todas las noches del año.
Conviene recordar las iniciativas a escala global que en este sentido se han tomado por muchos ayuntamientos como la del pasado 27 de marzo de 2010 denominada La Hora del Planeta en la que conocidos monumentos apagaron sus focos durante algunos minutos para recordar la necesidad de ahorrar energía y paliar la contaminación lumínica en nuestras ciudades.
Todo esto puede completarse con la aprobación de ordenanzas y ayudas para dotar a los hogares de un suministro energético autosuficiente, con la instalación en los edificios de placas solares que aprovechen una energía que, afortunadamente, en esta tierra nos sobra: la solar.
Es hora, pues, de tomar iniciativas necesarias si no queremos asistir a una brusca paralización de la actividad económica y a una paulatina degradación de las condiciones de vida en nuestros pueblos.
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